El Instinto de la luz
El Blogger invitado
Una crítica de la novela "El Instinto de la Luz" de la poeta y gestora cultural chilena Mónica Montero. También es directora de la revista literaria "La otra costilla"
Por Mónica Montero
Intriga, mitos, magia se entrelazan para dar forma a una historia llena de esperanza; no sólo en relación al contexto de la novela sino también en el rescate del idioma andino, las creencias arraigadas a la tierra, los cuentos alrededor de una fogata, donde aparecen esos seres mitológicos que habitan en lo más oscuro del bosque y que, de un minuto a otro, pueden aparecer para llenarnos de dicha o de terribles presagios.
Todo esto envuelto por una semántica preciosa, bien manejada y expuesta de tal forma que el lector se esmera en entender cada uno de los códigos que este joven escritor nos exhibe dentro del relato. Se hizo necesario recurrir a un diccionario QUECHUA para entender cada término en su justo contenido. Desde aquí el valor agregado de EL INSTINTO DE LA LUZ, ya que de alguna forma nos obliga a sumergirnos en nuestros ancestros y tal vez recordar esos refranes que los abuelos repetían tras nuestros pasos, cuando recién nos enfrentábamos a un destino de ciudadanos dóciles y olvidadizos. Cristián Londoño se niega a que olvidemos las raíces que poseemos y que nos poseen, con su novela nos da a beber el delicioso, o tal vez amargo, zumo de la historia, nos recuerda a PACHAKAMAK, al CHUSKO y lo dulce del PANELA.
El relato es versátil, con un ritmo ascendente, las imágenes son prístinas y llanas, por eso la lectura de esta novela se vuelve rápida, por su elocuencia, su contenido que mezcla lo mágico y terrenal.
AWI, un joven de la sierra ecuatoriana lucha contra fuerzas oscuras, una vez habiendo acepado su destino: a muy temprana edad ha sido elegido como el aprendiz del CHAMAN, el VIÑACHISHKA.
Los recorridos por el bosque, en busca de hierbas medicinales, la humildad del hombre pidiendo disculpas a la planta y explicándole por qué tenía que cortarla. El encuentro con criaturas malignas, la existencia de un indígena que cura a enfermos terminales y lo más importante, el amor fraternal, ese amor que durante el desarrollo de los hechos se mantiene de fondo, y que es finalmente es el sentimiento que mueve a cada personaje, haciendo notar los valores aprendidos desde la infancia. De alguna forma son esos valores los que dictan el destino del ser humano.
No queda más que agradecer a Cristián Londoño, por su magnífica obra, y esperar más de esta literatura, más de este PANELA, que nos ayude mantener viva la historia de nuestras tierras.
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