Una novela que no dejará al lector despegarse de sus páginas




El escritor invitado. Esta crítica es originalmente escrita para "Ciencia Ficción, Fantasía y otras imaginaciones". La autora es María Alejandra Almeida, escritora y abogada ecuatoriana. Su primera novela "La habitación secreta" fue publicada por Editorial Norma.




Cristián Londoño Proaño, escritor, guionista, productor y realizador audiovisual ecuatoriano, publicó en noviembre del 2015 su segunda novela de ciencia ficción, titulada Underbreak, la cual está concebida con un estilo de escritura rápida y envolvente (similar al de su primera novela en este género, Los Improductivos), permitiendo a los lectores sumergirse en la historia sin problema y devorar las páginas a toda velocidad.


Underbreak




Antes de iniciar la reseña de Underbreak, me permitiré citar una definición de “ciencia ficción” publicada en el artículo de Guillem Sánchez y Eduardo Gallego (2013): “¿Qué es la ciencia ficción?”.  Los autores, a manera conclusiva en su artículo, establecen que la ciencia ficción:


“(…) es un género de narraciones imaginarias que no pueden darse en el mundo que conocemos, debido a una transformación del escenario narrativo, basado en una alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas, pero de tal modo que lo relatado es aceptable como especulación racional”.

La ciencia ficción es, sin duda, un género narrativo. Este género ha sido poco o escasamente trabajado en Ecuador, y me atrevería a decir que también en Latinoamérica. Es por eso notable la propuesta literaria que nos presenta Cristián Londoño Proaño, con Underbreak.

Underbreak



La novela, partiendo del concepto citado, exhibe una trasformación clara del mundo que conocemos. La historia se desarrolla en un contexto futurista, donde las corporaciones se han declarado “territorios libres”, donde un ciudadano puede ser “tanto civil como corporativo”, dónde “todos deben cumplir las leyes y regulaciones del Gobierno Terrestre Unificado” y dónde la justicia es “absoluta”.


En este mundo, y específicamente en New Pacific, una ciudad construida de forma hexagonal sobre un islote artificial en el Océano Pacífico, habitan secretamente los “Shadows”, ejecutores de las sentencias de pena de muerte de la Corte de Justicia Terrestre en los territorios corporativos, quienes reciben un entrenamiento riguroso para no sentir y olvidar las emociones, en miras al eficaz cumplimiento de su trabajo.

Underbreak



JD Bellow es miembro de este grupo secreto, y recibe una orden para asesinar al ciudadano corporativo Miko Kurosawa, debido a que se le ha encontrado culpable del asesinato de una renombrada científica.

Sin embargo, Bellow es visitado poco después por una peculiar adolescente adicta a la pentadrona, quien dice ser una médium y haber recibido un inesperado mensaje de su fallecida esposa, Ahmed. El mensaje es claro: “Di a JD que no cumpla su misión”.




A partir de este momento y pese al implacable entrenamiento de Bellow para no dejarse llevar por sus emociones, la trama tomará un giro inesperado, que no dejará al lector despegarse de sus páginas.


Leer Underbreak implica, por tanto, adentrarse en una sociedad que convive con androides concebidos para diversos fines (incluidos los sexuales), donde la necesidad humana por la búsqueda de la espiritualidad sigue presente y donde los avances tecnológicos han permitido crear una máquina peligrosa (que da origen al nombre de la novela), el Underbreak, cuyas aplicaciones podrían ser devastadoras para la humanidad, al permitir el control de las emociones y los recuerdos.

Todo este escenario se relata con una aceptable especulación racional, lo que es determinante en la ciencia ficción, y nos permite hacer un ejercicio de reflexión y preguntarnos: ¿puede esto depararnos el futuro?

Mi respuesta personal, después de leer el libro es sí. Pero realmente espero que el futuro no tome ese rumbo jamás… o que en él exista un Shadow que pueda frenarlo.

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